Charlas en Cuaresma
Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Perdón

 

"TÚ ERES EL CRISTO, EL HIJO DE DIOS VIVO"

 

Introducción:

Nuestra fe se centra en Jesús, el Cristo. Él es la Buena Noticia, el Evangelio. Buscamos contemplar - creer, ver... - el Rostro de Dios que se nos ha mostrado en el Hijo. Nos vamos a adentrar en el Misterio de este hombre, al que confesamos como Hijo de Dios.

"¿Quién es este hombre?" Es la pregunta que se hicieron todas las personas de su época, como nos relatan los Evangelios... Todo el Evangelio de San Marcos gira en torno a esa pregunta, que responde en dos partes. En la mitad: "Tú eres el Mesías" (Mc 8, 29). Y al final, a los pies de la Cruz: "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios" (Mc 15, 39). Se inicia así: "Comienzo del Evangelio de Jesús, Mesías, Hijo de Dios”.

Texto de referencia: Mc 8, 27-30
 

1. En el umbral del Misterio... “¿Quién es éste...?”

Nos acercamos con los pies descalzos... descalzos ante el Misterio de Dios.  

“El Misterio es como una puerta de entrada a un universo infinito en el que, cuanto más se descubre, más queda todavía por profundizar. Es un punto neurálgico donde la superficie ordenada del cosmos se desgarra, dejando presentir profundidades asombrosas. La imagen del fuego pone de relieve el aspecto dinámico del misterio, que no es simple pasividad sino que tiene vida propia” (Hermano John de Taizé, La aventura de la santidad, 15. PPC Madrid 2000).

El hecho de descalzarse es signo de no posesión, de imposibilidad de manipulación. Cuando se compraba, o compra, algún terreno o vivienda la primera cosa es dar una vuelta a pie. Es sentirse dueño... (“La bota del opresor no pisoteará con estrépito...")

Interrogante permanente entre sus contemporáneos y nuestros contemporáneos. (Muchas opiniones; algunos historiadores han creído posible definir a Jesús de forma neta y clara: un Rabí (Fluser), un sabio (Borg, Crossan, Mack), un mago (M. Smith), un profeta (Sanders), un mesías revolucionario (Brandon), un carismático galileo (Vermes), un apocalíptico (Ehrman)... ¡Cuántas novelas, películas, conferencias, artículos... sobre Jesús! Vende porque interesa.

Nosotros hacemos una aproximación “objetiva” a Jesús. Lo que confiesa la Comunidad post-pascual... la fe de la Iglesia. No es una opinión más. Nuestra fe (=ver) es apostólica.

2. ¿Qué significa que Pedro llamara a Jesús “Mesías”, que la Iglesia lo confiese como "Cristo"?

“Mesías” es una palabra hebrea, que en griego se traduce por “Cristo” y significa UNGIDO, o sea, el que es bañado en aceite, aquel al que se le echa aceite. En el Antiguo Testamento se ungía a los reyes (Texto más famoso: I Sm 16 - Unción de David por Samuel. Acto simbólico por el que se expresa la elección de Dios y su capacitación para la misión: gobernar en su nombre a su pueblo).

Pero... ¿cuándo y dónde ha sido ungido Jesús? ¿Dónde ha sido bañado en aceite? ¿Quién le ha echado aceite sobre su cabeza?...

Lectura de Lc 4, 16ss (Ref. a Is 61 para aplicárselo a Él mismo, justo después del Bautismo en el Jordán por Juan). Jesús ha sido ungido por el Padre con el Espíritu: se ha convertido en “Cristo” para la Misión.

Todas las unciones anteriores son puro símbolo de esta verdadera Unción por el Espíritu.

3. El bautismo de Jesús

¿Cómo entendieron los discípulos el bautismo de Jesús en el Jordán? ¿Qué significó ese acontecimiento en la vida de Jesús? Nos fijamos en Mc 1, 9-11(Es importante para entender nuestro bautismo en Él).

Análisis de algunos elementos:

Importancia del lugar: el Jordán, principal río de Israel (frontera muchas veces), río santo que puede purificar (2 Re 5: Eliseo y Naamán). Pero sobre todo, es la culminación del Éxodo (entrada en la tierra prometida guiados por Josué). El Éxodo empieza con el paso del Mar Rojo y culmina con el paso del Jordán.
Lugar de transmisión de poderes, de sucesión de la misión: Moisés-Josué (etapa fundante); Elías-Eliseo (etapa profética) y etapa del cumplimiento de las promesas: Juan Bautista y Jesús.

Juan muere como Moisés sin pasar a la tierra prometida con el pueblo: es Jesús el que ha de conducir el pueblo a partir de ahora. Jesús es el nuevo y definitivo Josué (Yehosûah). Él es quien va, de verdad, a conducir al pueblo en la promesa, en el reino. La Torah, que acaba con la muerte de Moisés, deja al pueblo frente al Jordán. A la espera. Nadie, ninguna generación la cumplió. Los Profetas auguraron la fuerza del Espíritu. En Jesús se cumple la Torah. Él es el verdadero sucesor de Moisés, el auténtico Josué, el que lleva a cabo el verdadero Paso del Jordán hacia la Tierra Nueva.

El agua y el Espíritu

Nos recuerdan los orígenes del mundo (Gn 1, 2), la creación. El bautismo de Jesús es interpretado desde las categorías de una Nueva Creación. No es sólo la Torah que se cumple, sino que toda la creación encuentra ahora su acabamiento, su perfección.(Ef 1, 9-10). 
La paloma tiene el mismo significado. Es el diluvio – signo de una creación pervertida - que acaba. Dios purifica definitivamente la tierra del pecado de los hombres, inaugurando una Nueva Alianza.

Los cielos se rasgan

Es el cumplimiento del deseo del profeta (Is 63, 11ss): “¡Ay si rompieses los cielos y bajases!”
 
El Profeta desea que Dios rasgue los cielos y baje para actuar de forma definitiva en la historia, para establecer su reino y ser por siempre el Padre del pueblo. Y el bautismo de Jesús supone ese acontecimiento.

El verbo “rasgar” aparece sólo dos veces en el segundo evangelio: aquí y en el momento de la muerte de Jesús (Mc 15, 38): “El velo del templo se rasgó”. Es lo mismo. Se pone en relación el bautismo y la muerte de Jesús. En el primer caso, se utiliza una terminología cósmica (la bóveda celeste que separa a Dios de los hombres se rompe); en el segundo, una terminología ritual (el velo que separa el Santísimo – lugar donde habita Dios - del lugar de acceso a los sacerdotes se rasga). Bautismo y muerte de Jesús son dos dimensiones del mismo acontecimiento, que es un hito histórico: con Jesús el acceso a Dios está abierto, Dios ha descendido, es Dios con nosotros, ha dejado de ser el separado.

Teofanía trinitaria

Llegamos al final. El bautismo de Jesús es manifestación de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. El Espíritu en forma de paloma, Jesús como el Hijo y la voz del Padre que habla y señala a Jesús. Se nos revela quién es cada persona divina y su relación con la misión de Jesús.

Nos fijamos en la voz del cielo: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco” (Mc 1, 11). En esta frase resuenan al menos tres textos del Antiguo Testamento: Sal 2, 7 “Tú eres mi hijo, hoy te he engendrado”; Is 42, 1 “He aquí mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma. He puesto mi espíritu sobre él”; Gn 22, 2 “Abraham, toma a tu hijo, a tu único, al que amas, a Isaac”  (Nos fijamos especialmente en este texto)

En el texto de Marcos, Abraham ha desaparecido. Jesús es el nuevo Isaac y Dios ha tomado el puesto de Abraham: Él es el Padre que va a entregar al hijo amado. Jesús es el carnero sacrificado. No es sustituido. Fue sacrificado de forma real.

Dimensión más profunda: la unción de Jesús y su mesianismo son una entrega por parte de Dios. El Padre unge a Jesús para la muerte, porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único (Jn 3, 16). Vemos en la Voz del Padre una interpretación del bautismo de Jesús como anticipo de la cruz. Para San Marcos, de hecho, ser bautizado significa entregar la vida (10, 38). Toda la vida de Jesús es un camino del bautismo a la cruz: en ella se manifestará plenamente la identidad de este hombre, se responderá a la pregunta que sortea todo el evangelio: es el Hijo, al que el Padre entrega para nuestra salvación (15, 39).

El bautismo = Unción para la misión

Como dirán los santos Padres, Jesús ha sido ungido por el Espíritu, que es el aceite de júbilo (Sal 45, 8). Jesús ha entrado de lleno en la historia de pecado de los hombres (bautismo de Juan) para redimirlo desde dentro. Jesús se ha hecho pecado (2 Cor 5, 21) para salvarnos, para regalarnos su justicia, para entregarnos el Espíritu que nos hace gritar “Abba”. El bautismo es hito fundamental en la historia humana del Verbo. Ya nada será igual.

Lo que desde su Encarnación está “latente”, se hace “patente” en él: el Espíritu de Dios, que lo capacita para su misión. Misión de siervo, enviado, entregado del Padre hasta la muerte. Toda su vida pública va a estar marcada por esta unción. Y ésa es su identidad reconocida por sus íntimos: el Cristo, el Ungido, el Hijo.


Identidad regalada a nosotros que por gracia somos “hijos en el Hijo”.
¿Cuál es tu nombre, cuál es tu identidad? Mi nombre es “cristiano”.
¿Tengo conciencia de mi identidad? ¿Me avergüenzo de confesarme cristiano? ¿Comprendo que, por el bautismo, soy ungido, “'cristianado”? 
¿Me alegra reconocerme “hijo de Dios” en Jesús? ¿Lo agradezco? ¿Soy consciente de que ser bautizado supone vivir “des-viviéndome”?

Manzanares 2005

Día Segundo

 

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