PENTECOSTÉS (2016).                                                                
 
“Todos fueron colmados por el Espíritu Santo”.

 

Hablándoles a los apóstoles en la Última Cena, Jesús dijo que después de su partida de este mundo les enviaría el don del Padre, o sea el Espíritu Santo. Esta promesa se realiza con potencia en el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo desciende sobre los discípulos reunidos en el cenáculo. Aquella efusión, además de extraordinaria, no se quedó única y limitada a aquel momento, pero es un evento que se ha renovado y todavía se renueva. Cristo glorificado a la derecha del Padre sigue realizando su promesa, enviando en la Iglesia el Espíritu vivificante, que enseña, nos recuerda y nos hace hablar.

El Espíritu Santo nos enseña: es el Maestro interior. Nos guía por el camino justo, a través de las situaciones de la vida. Él nos enseña el camino, la vía. En los primeros tiempos de la Iglesia el Cristianismo era llamado “el camino” y Jesús mismo es la vía.

El Espíritu Santo nos enseña a seguirlo, a caminar en sus huellas. Más que un maestro de doctrina, Espíritu es un maestro de vida. Y de la vida hace parte también el saber, el conocer, pero dentro del horizonte más amplio y armónico de la existencia cristiana.

El Espíritu Santo nos recuerda todo lo que Jesús ha dicho. Es la memoria viviente de la Iglesia.Y mientras nos hace recordar, nos hace entender las palabras del Señor.

Este recordar en el Espíritu y gracias al Espíritu no se reduce a un hecho recordativo, es un aspecto esencial de la presencia de Cristo en nosotros y en la Iglesia. El Espíritu de verdad y de caridad nos recuerda todo lo que Jesús nos ha dicho, nos hace entrar siempre más plenamente en el sentido de sus palabras.

Todos nosotros hemos tenido esta experiencia, un momento, alguna situación en la que nos viene otra inspiración y se relaciona con una frase de la Escritura. Es el Espíritu que nos hace realizar este camino, el camino de la memoria viviente de la Iglesia.

Esto nos pide una respuesta: mas nuestra respuesta es generosa, mas las palabras de Jesús se vuelven en nosotros vida y se vuelve actitudes, gestos, testimonio. En sustancia el Espíritu nos recuerda el mandamiento del amor y nos llama a vivirlo.

Un cristiano sin memoria no es un verdadero cristiano: es un hombre o una mujer prisionera del momento, que no sabe hacer tesoro de su historia, no sabe leerla y vivirla como historia de salvación. En cambio con la ayuda del Espíritu Santo, podemos interpretar la inspiración interior y los hechos de la vida a la luz de las palabras de Jesús. Y así crece en nosotros la sapiencia de la memoria, la sapiencia del corazón, que es un don del Espíritu. Que el espíritu santo reviva en nosotros la memoria cristiana.

En ese día con los apóstoles estaba la mujer de la memoria, aquella que en el inicio meditaba todas estas cosas en su corazón. Era María nuestra madre, que Ella nos ayuda en este camino de la memoria.

Y el Espíritu Santo nos enseña, nos recuerda - es otro aspecto - nos hace hablar, con Dios y con los hombres. No hay cristianos mudos, mudos de alma, no hay lugar para esto. Nos hace hablar con Dios en la oración. La oración es un don que recibimos gratuitamente; es diálogo con Él en el Espíritu Santo, que reza en nosotros y nos permite dirigirnos a Dios llamándolo Padre, Abbá. Y esto no es solamente un modo de decir, pero es la realidad: nosotros somos realmente hijos de Dios. De hecho todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son los hijos de Dios.

Nos hace hablar en el acto de fe. Nadie de nosotros puede decir: 'Jesús es el Señor', lo hemos escuchado hoy, sin el Espíritu Santo. Y el Espíritu nos hace hablar con los hombres en diálogo fraterno. Nos ayuda a hablar con los otros reconociendo en ellos a los hermanos y hermanas; a hablar con amistad, con ternura, con mansedumbre, entendiendo las angustias y las esperanzas, las tristezas y las alegrías de los otros.

Además el Espíritu Santo nos hace hablar también a los hombres en la profecía, o sea, haciéndolos 'canales' humildes y dóciles de la Palabra del Señor. La profecía es hecha con franqueza para mostrar abiertamente las contradicciones y las injusticias, pero siempre con mansedumbre e intención constructiva. Penetrados por el Espíritu de amor podemos ser signos e instrumentos de Dios que ama, que sirve, que dona la vida.

Recapitulando: el Espíritu Santo nos enseña la vía; nos recuerda y nos explica las palabras de Jesús; nos hace rezar y decir Padre Dios; nos lleva a hablar a los hombres a través del diálogo fraterno y nos hace hablar en la profecía.

El día de Pentecostés, cuando los discípulos “fueron colmados por el Espíritu Santo”, fue el bautismo de la Iglesia, que nació 'en salida' para anunciar a todos la Buena Noticia.       

 

Pentecostés 2016

Pedro López de la Manzanara

 

TRANSFIGURACIÓN 

 

Transfigúrame, Señor,

que emerja en mí lo más bello

y hondo que soy, hijo en Ti,

como Tú.

Transfigúrame, Señor, en tu Tabor

y en tu Cruz,

y que la Voz suene en mi carne,

comulgada en la tuya,

fortaleciendo esperanzas

de hermanos más frágiles.

Transfigúrame, Señor,

que pueda quedarme solo,

con la brisa del Monte besando mi rostro

y la valentía del Espíritu llevándome abajo,

hijo hecho hermano

de innumerables hermanos,

que transfunde su sangre

en otros tantos calvarios.

 

Transfigúranos, Señor,

que nuestra comunidad resplandezca

de Alianza y Profecía,

para un mundo inconsciente, que duerme,

en medio de mundos crucificados

de hambres y de muertes.

Transfigúranos, Señor,

en una oración verdadera

que rompa los cielos

y arranque la Voz,

garante de una vida entregada y partida

como el pan que comemos,

en Eucaristía, amasado en dolor.

Transfigúranos, Señor,

danos corazones ardientes

que bajen del cerro

y vayan al mundo con tu misma Misión.

¡Con Pasión!

 

Pedro López de la Manzanara

A MIS PADRES...                                                                          

...EN EL 55 ANIVERSARIO DE SU PATERNIDAD

 

 

Gracias a Dios por vosotros...

Gracias por haberme parío.

Gracias por el hogar sencillo, trabajador y alegre en que nací.

Gracias por haberme criado.

Gracias por haberme enseñado a andar... y caminar por la vida.

Gracias por haberme sentido siempre querido.

Gracias por todo vuestro sacrificio y trabajo.

Gracias por haberme educado.

Gracias por quereros tanto los dos y siempre.

Gracias por haberme enseñado a rezar.

Gracias por la fe cristiana recibida en el hogar.

Gracias por haberme ayudado a ser lo que soy.

Gracias por los hermanos que me habéis dado y, por ellos, sus familias.

Gracias por el respeto a la libertad de vuestros hijos.

Gracias por el ejemplo que me habéis dado.

Gracias por vuestros desvelos.

Gracias por haberme corregido.

Gracias por vuestra vejez y debilidad.

Gracias por vuestra ternura.

Gracias por vuestras palabras y vuestros silencios.

Gracias por vuestros defectos.

Gracias porque siempre esperáis.

Gracias porque todo lo dais.

Gracias porque aún vivís y estáis con nosotros.

Gracias por... ser como sois.

Gracias...

....Y que Dios os bendiga, os regale su paz y os conceda la vida eterna. Allí seguiremos gozando de vuestro amor y de nuestra familia.

 

 

30 de Noviembre de 2.005

Pedro López de la Manzanara

 

Testimonio de Fe

Hace tiempo leí en un gran teólogo contemporáneo que “la fe es como la sonrisa de un recién nacido”. Esa es mi propia experiencia, Otro me ha provocado, como una madre suscita la sonrisa del hijo.

Dar razón de mi fe supone ‘desnudarme’ ante los demás, pero venzo el pudor obedeciendo al apóstol Pedro que nos dice: “Estad siempre dispuestos a dar razón de vuestra esperanza a quienes os la pidiere...” (1Pe 3,15).

Hablar de mi fe es narrar lo que el Señor ha hecho conmigo, es contar mi propia historia personal. Lo mismo que no me recuerdo solo, sin mis hermanos, tampoco me recuerdo sin ser cristiano, es algo ‘natural’ en mi vida.

De la mano y en el corazón de mi madre conocí a Jesús. Y ese ‘conocimiento primordial’ ha configurado, sin duda, mi relación con el Señor, haciendo de ella algo entrañable y sencillo, como una amistad limpia y gratuita.

Conforme fui creciendo, los rasgos de ese Jesús, al que quería, se fueron identificando con su llamada a seguirle como pastor de mis hermanos. Como Él. Con alguna que otra crisis de crecimiento me apasionó ser lo que soy, vivido como puro regalo. Desde mi infancia hasta hoy, releyendo mi vida con ojos de fe, puedo entenderla como llevada por Alguien. Podría contar tantas ‘sorpresas’, ‘saltos’, ‘provocaciones’..., que mi existencia es un ‘discontinuo’ en la mayor normalidad. Es decir, siempre he decidido con libertad, pero respondiendo a la iniciativa de Otro, con rostro de acontecimientos o personas, que sale continuamente a mi encuentro en esta historia.

Mi fe en Cristo conlleva mi agradecimiento a la Iglesia en la que nací y vivo. Lo afirmo humildemente, pero quien me conoce a fondo sabe que amo a la Iglesia como amo a mi propia madre. Porque así la concibo: concibiéndome, acogiéndome, alimentándome, formándome... y enviándome más allá de sus muros y tejados. La amo críticamente, pero nunca con dureza ni amargura, porque si yo tengo que perdonarla, infinitamente mucho más tiene Ella-vosotros que compadecerse conmigo.

Mi fe en Cristo es permanente deseo de ‘comulgar’ con Él y vivir la pasión de su corazón. No lo vivo como quiero, pero me duele todo lo que en el ser humano hiere su rostro y dignidad. Ser cura me ha aproximado al sufrimiento humano, a los pobres, a los enfermos, a las soledades de tantos... No es conquista mía, es regalo del Señor vivir y sentir nuestra amistad en contacto con sus llagas en mis hermanos.

Lo mismo que ha sido y es fundamental la relación con tantos cristianos laicos y personas consagradas que, con su testimonio y carismas, fortalecen mi esperanza y compromiso con este mundo que Dios ama.

En definitiva, mi fe no la entiendo como una ‘creencia’, que suena a opinión o conjetura, sino como convicción razonada y libre, que responde a la provocación y seducción de Alguien que es Sentido y Significación para mí y para la historia. No entiendo nada, en la vida y en la muerte, en los gozos y en las tristezas, sin Él. Cristo para mí es Todo. No quiero que suene a tópico, pero la palabra ‘gracias’ está presente en todos los renglones del libro de mi vida. Y seguiré dando gracias...  

Pedro López de la Manzanara
 

 

Es noche…

Es noche

de luna nueva...

y las estrellas se esconden.

Grita el corazón herido,

y lágrimas mejilla y pechos

recorren.

Es  dolor crucificado,

amargo, oscuro y desorden...

Grita el alma blanca de mujer

que se retuerce en dolores

porque espera y espera y espera

y siente que Nadie la oye .

... ... ...

Duerme y descansa, mujer,

hasta que sueñes con flores,

reza y adora en silencio...

que cantan ya ruiseñores

porque Él,

Esposo crucificado,

mira y mira tus amores

de cientos y miles de enfermos  

y pobres

que rezan por ti, deudores...

Es noche

de luna llena...,

ya las estrellas son soles

y el Amado salta cercas

y corre con mil temblores,

con el corazón abierto

porque, de lejos,

llegan de su Amada olores...

Ya la Fiesta se prepara, alma y cuerpo en esponsales,

y tú, Mujer, dulce y fuerte,  

ya reinas sobre la Noche...

 

En el Monasterio de la Paz

Daimiel

21-28 de Junio de 2.008

 

Pedro López de la Manzanara
 

 

Árbol viejo

Los árboles viejos y con muñones

me encantan...

por sus muchos años y todo lo que saben de la vida, y todos los frutos o sombras que han dado,

y todas sus podas y sufrimientos,

y su espera eterna...

Son bellos y tiernos los árboles viejos...,

¡Me inspiran tanta ternura y comprensión...!

Parecen cansados pero reciben en sus ramas y vacíos a los viandantes para que reposen...

¡Una belleza...!

Porque lloran por dentro y sonríen por fuera,

guiñan sus ojos

y saludan con sus ramas medio rotas...

¡Qué buenos son los árboles viejos...!

También las personas viejas se parecen a los árboles...

 

Doy gracias a Dios por la vida

que va haciéndose en mí muñones...,

y destilando lágrimas

por no resistir tanta luz del sol de cada día

y cargar con sufrimientos de tanta gente cansada, que pasa a mi lado, algunos hasta se sientan en mis huecos y me cuentan sus historias...

Cada vez los comprendo más...

y comprendo que, cuanto más mayores y más viejos, sus corazones son más humanos y más sabios,

más humildes y más cerca del Eterno,

el Árbol de la Vida...

 

30-XI-2009

Ciudad Real

Pedro López de la Manzanara
 

 

Querido hermano:

​Ciudad Real, 31-III-2009

 

Tal como te prometí, ahí va mi reflexión al hilo de la decisión que has tomado y de la que me alegro por los motivos que a ella te inducen. Como también me alegraré si, por no ver posibilidades de hacerlos realidad, te retiras.

Si soy sincero, te confieso que hace ya mucho tiempo pensé que esto podía llegar... Ya te habían lanzado alguna que otra llamada.. y, sobre todo, porque creo que tienes capacidades, por principios y por profesionalidad, para gestionar, coordinando a otros muchos, un servicio tal para tu (nuestro) pueblo. Por eso, aunque no es fácil nunca retirar de la “silla” a quien está sentado en ella (por las grandes agarraderas que se van construyendo a lo largo de los años), considero que puedes y debes proponerte como candidato. Lo mismo que considero que puedes y debes hacerlo muy bien, si llegara el caso de ser elegido. Eres un hombre con ideas e iniciativas, que cuando se piensa en otros se convierten en ideales. Decía Pemán: “Toda idea es plenamente eficaz cuando se la convierte en ideal. El ideal se fabrica pronto, fulgurantemente; pero no ahorra ideas, sino que, al contrario, las aumenta y multiplica”. Eso te deseo...  

Hermano, la política en sí es un gran servicio a la comunidad y, para muchos, una gran vocación en la vida o, en otro caso, una llamada coyuntural ante una necesidad apremiante, que es como tú lo vives en este momento pensando, creo, sobre todo en el pueblo, más que en una ideología o partido. Aunque sepas a lo que te comprometes con unas siglas (y se comprometen contigo), siempre desde la claridad de principios, cuando uno va con el corazón en la mano.

La doctrina social de la Iglesia habla muy positivamente de este compromiso político como expresión cualificada y exigente del empeño cristiano al servicio de los demás, en el que la búsqueda del bien común, el desarrollo de la justicia con atención especial a las situaciones de pobreza y de sufrimiento, el principio de subsidiariedad, la capacidad de diálogo en la promoción de la paz y de la solidaridad... han de estar presentes para su recto ejercicio.  

Porque tú sabes que, cuando el poder está por medio, la política –como todo- se puede pervertir, convirtiéndose en un campo de minas, con rostro de tentación y muchas veces de caída en ella, de malograr el camino, de creerse uno un ‘dios’, de aprovecharse del bien ‘común’ haciéndolo bien ‘propio’..., de prostituirse, en suma. Ejemplo de eso... ¡a millares!... (en todos los campos de la vida). Desde luego, como el tambor en una banda de música, es lo que más suena. No ‘suenan’ tanto los miles de alcaldes, concejales y políticos, que son honrados y se dejan la piel por los demás a costa, muchas veces, de su patrimonio o de su buen nombre...

Vas a la política, hermano, con sentido de honradez, de legalidad y de servicio a tu pueblo. Esa debe ser tu ‘paga’, tu satisfacción. Que, al terminar tu tarea, lo mismo que cuando estuviste al frente del club de tenis, puedas tener la alegría de haber dado lo mejor de ti.  La semilla de la esperanza es tal vez la más pequeña, pero puede dar vida a un árbol frondoso, dando mucho fruto. Te lo deseo con el corazón.

Me alegra que, como un principio fundamental de tu empeño, no entres en la política para enfrentarte a ‘enemigos’, sino por ofrecer caminos de mejoramiento en la vida y convivencia de todo un pueblo, más acordes, según tú, con los principios constitucionales y los derechos de toda persona, siempre con la mano tendida, frente a otras posturas, también de la misma nobleza y buena intención (mientras no se demuestre lo contrario).

Hermano, que tu conciencia sea siempre el aposento de tu descanso, y la confianza de ese pueblo tu mejor bastón de mando, si un día quiere, en su mayoría, que lo sirvas y lo representes.

No olvides nunca de dónde procedes, cuál es tu cuna y tu hogar. Eres hijo de jornalero y de modista, de peón albañil y ama de casa. Naciste (nacimos) entre los pobres y como los pobres (para mí es una gracia y un honor), sin ser miserables, gracias a una familia muy bien estructurada, en la que el amor de nuestros padres nos ha dado la tierra abonada, posible por una estabilidad que favorecía el mirar hacia adelante para crecer en todo y vivir en la esperanza... En ella hemos respirado paz, armonía, honradez, espacio de libertad,  espíritu de sacrificio, exigencia en la responsabilidad, sentido de ser uno para todos y todos para uno, apertura a los vecinos, alegría...y, por nuestra madre y desde su sencillez, vivencia cristiana, que en nada recorta lo humano sino, al contrario, lo lleva a su plenitud. No olvides, tampoco, ese ‘campo de trabajo’ en tu vida.

Y todo eso, hermano, digo que es una gracia, un regalo, porque es lo que nos puede hacer comprender a los más pequeños, frágiles, débiles y empobrecidos, al tiempo de no poner barreras a nadie en relación con nosotros, sea de la condición social que sea. Porque, desde ahí, ‘siendo de abajo’, unos y otros pueden entrar en nuestra ‘casa’. Hace mucho tiempo comprendí que Jesús, naciendo en la cueva de Belén, posibilitó que, tanto los pastores como los sabios de Oriente, pudieran llegar a Él, cosa que de haber nacido en el Palacio de Herodes hubiera sido sólo posible para estos últimos. Ahí está nuestra ventaja.

Creo que sabéis mis dos hermanos que ,aunque no esté junto a vosotros, siempre he estado con vosotros, siempre me han interesado vuestras vidas y vuestros proyectos y he gozado y sufrido con vuestras ilusiones y dificultades en el camino..., como hermano. Seguiré, como siempre, desde la oración de cada día, y desde lo que me tira la sangre, con vosotros, contigo. Y no dudes que seré el primero en felicitarte y animarte, pero también el primero en decirte lo que, en conciencia, crea que has errado, siempre desde mi punto de vista y esperando, si la hubiera, tu razón. Porque confiando en ti, como confío, la tentación del poder siempre es muy fuerte y lo mismo posibilita la grandeza de un hombre público, si sabe vencerla, que su miseria humana paseada por las calles, con cinismo, si a ella cede. Ejemplos tienes para ambos sentidos.

Como decían los caballeros de Camelot, también te deseo, ahora y después, si llegara el caso, que “Dios te dé sabiduría para distinguir lo que es junto, voluntad para elegirlo y fuerza para hacerlo cumplir”...

Y con esto que leía hace tiempo, me despido por hoy:

“Si puedes mantener serena la cabeza cuando todos la pierdan y te culpen a ti. Si, aunque nadie en ti crea, te basta tu certeza, pero dejando un margen para la duda en sí. Si puedes esperar y no desesperarte, y, por más que te mientan, no mentir a tu vez. Si puedes ser odiado y no odiar por tu parte, y no mostrar, con todo, ni orgullo ni altivez. Si sueñas, y los sueños no te marcan el paso. Si piensas, y la idea no es tu meta final. Si puedes aceptar el Triunfo y el Fracaso, y a esos dos impostores tratarlos por igual. Si puedes soportar que aquello que afirmaste sirva, manipulado, a una oscura ambición. O ver roto el proyecto a que tu alma entregaste, y volver a erigirlo con el mismo tesón. Si puedes, cuanto fuiste cosechando en la vida, jugártelo a esa carta que te asignó el azar. Y perder, y volver al punto de partida, sin que nadie te escuche siquiera protestar. Y si es tu corazón tan valiente, que puede, cuando ya estés sin fuerza, hacerte resistir. E impedir que claudiques cuando nada te quede, salvo la Voluntad que te empuja a seguir. Si para hablarle al pueblo no bajas un peldaño, ni, para hablar con reyes, pierdes tu sensatez. Si ni el amor ni el odio pueden hacerte daño, y ni a pocos complaces, ni a todos a la vez. Si puedes rellenar el minuto vacío con sesenta segundos que no olvides jamás, tuyos serán los frutos de la Tierra, hijo mío, y tú serás un Hombre: no se puede ser más (Rudyard Kipling, escritor inglés, nacido en Bombay el 30 de Diciembre de 1865)

​Un fuerte abrazo y suerte. El Señor te bendiga,

Pedro López de la Manzanara
 

 

Los 10 puntos fuertes de mi vida

​1. Me sé amado infinitamente por Dios. Lo que soy es por Amor.

2. No tengo miedo a Dios, me tengo miedo a mí mismo si pierdo la fe y esperanza en Él. Pero confío en Él  ¡Siempre!

3. Peco más de presunción que de desesperación.

4. Todo es Gracia para mí. Todo ha sido Gracia en mi vida. Soy naturalmente optimista porque Jesús es mi pasión. Y lo quiero (como yo sé querer) aunque le falle como Pedro.

5. Mi momento existencial cristiano es “Hazme Tú” (Tú y como Tú).

6. La Eucaristía es mi clave: Haced esto”. (No sólo el sacramento sino lo que significa: entregar la vida como Él. Todo imperativo de Jesús sigue a un indicativo… Así ha de ser mi metodología cristiana).

7. Me alegra lo que soy, y doy gracias a Dios por lo que soy.

8. La fe implica resonancia social, compromiso real.

9. La mujer es valorada en toda mi existencia. Es lo mejor que Dios ha creado, lo más complejo, lo más perfecto. Plenifica la creación. Riesgo, pero…

10. Amo a la Iglesia y a la Humanidad, a pesar de su pecado. Yo lo soy también.

(Gandía, EE. 2017)

Pedro López de la Manzanara
 

 

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